Apuntes de la
entrevista:
En contra de lo que está convencionalmente extendido, el mensaje de Pablo de Tarso no fue, en absoluto, menos apocalíptico que el de Jesús de Nazareth. Así lo refiere 1a Tesalonicenses, 4, 13-17, dónde Pablo describe brevemente el fin del mundo con el retorno de Jesús previo al juicio final y que eso ocurrirá estando él en vida. Va así, más allá de lo que dice Jesús en Marcos 9,1 donde manifiesta que hay algunos que no gustarán la muerte antes de que venga el hijo del hombre en poder; ya que Pablo considera que él mismo será testigo de la parusía. En este sentido, cabe decir que Pablo estaba convencido la inminencia del fin del mundo, ello sin perjuicio que las iglesias, posteriormente, hubieron de recurrir a ulteriores interpretaciones simbólicas a fin de explicarse el incumplimiento de tales profecías.
No puede
recurrirse a los aspectos organizacionales de la Iglesia primitiva mencionados en
las Cartas Pastorales para combatir la interpretación literal de 1a Tesalonicenses,
4, 13-17 (Pablo no podía creer en una inminente parusía si se dedica a
establecer aspectos de la organización eclesiástica, lo que denotaría una
visión de futuro terreno) ya que tanto Tito como 1a y 2a
Timoteo no fueron escritas por San Pablo sino por discípulos suyos en su nombre,
tras la muerte del apóstol, según demuestran análisis exhaustivos de palabras y
sobre el estilo de las mismas en contraste con las cartas auténticas, en
especial el uso de las mismas palabras con significados distintos (iglesia en
sentido de asamblea o de organización institucionalizada).
Los
tesalonicenses eran los cristianos de Tesalónica, una ciudad griega populosa
con una sinagoga grande en la cual eran admitidos los filojudíos
(temerosos de Dios), paganos interesados por el judaísmo por su sentido moral, especialmente
por lo que se refiere al cumplimiento de la Ley y la observancia del sábado, el
alto nivel de estructuración social de la comunidad judía y de solidaridad con
los desfavorecidos, especialmente con las viudas, a diferencia de lo que
ocurría en el ámbito pagano. Se trata del primer documento paulino que se
conserva, según se deduce de lo referido en los Hechos de los Apóstoles en su
capítulo 18, que narra el conflicto con los mercaderes de Corinto con San Pablo
a causa de su predicación, el prendimiento de Pablo y su posterior liberación
por Lucio Junio Galión, hermano de Séneca y procónsul romano en Acaya, Según
una inscripción hallada en Corinto, sabemos que se corresponde con los años
50-51, tiempo que probablemente coincide con la escritura de esta epístola.
La muerte de
varios miembros de esta comunidad preocupaba a los tesalonicenses, los cuales
tenían un trasfondo cultural judío muy intenso, y temían que los ya fallecidos
no podrían participar de la resurrección de la carne. Pablo les asegura que no
han de preocuparse por los hermanos muertos, ya que los que duermen el sueño de
la muerte no lo harán por toda la eternidad, sino que resucitarán. Insiste en lo
que les ha predicado, que la resurrección de Cristo es la primicia y que
después de esta, los demás resucitarán también primeramente con Jesús, mientras
que los que están con vida congregados escucharán una trompeta celestial
anunciando el juicio final por medio de unos ángeles que preceden al Hijo del
Hombre en una nube, siendo raptados al aire los previamente resucitados y los
que están en vida con Jesús, pasando desde allí al Reino del Mesías y del Reino
del Mesías al de Dios, donde estarán eternamente con el Señor. La nube es un
elemento apocalíptico tomado del libro de Daniel que transporta a los muertos
en Cristo resucitados y a los vivos creyentes, además del propio Pablo, ante el
Señor. Fuera de eso no dice qué ocurrirá con el mundo ni con los paganos. La
salvación pues afecta a muy pocas personas.
Las comunidades
evangelistas arrebatacionistas que creen en la proximidad del juicio final,
recurren a la interpretación literal de Pablo a fin de justificar sus creencias
en contraste con la Iglesia Católica que lo interpreta alegóricamente, lo que
no responde a estrictos criterios históricos y de interpretación filológica.
Parece evidente que Pablo creía literalmente en lo que refiere en 1a
Tesalonicenses, ello en el mismo sentido que la visión séptima del Libro IV de
Esdras; o la visión A 11- 11 del Testamento de Abraham, o los judíos
fundamentalistas contemporáneos que creen que serán muy pocos los que se
salven. En este sentido, estos estarían más cerca del Pablo literal e histórico
que la Iglesia Católica.
Las alegorías en
el judaísmo son elementales, pero se refieren a hechos totalmente ciertos que se
creen al pie de la letra. La repetición constante de tales elementos en muchos
textos de la antigüedad de este ámbito cultural-religioso nos permite estar
bastante seguros de estas creencias entre los judíos de la época (que se remontan
a la época acadio-babilónica), lo que difiere ciertamente mucho del pensamiento
actual contemporáneo. El autor de 2a Tesalonicenses (que no es Pablo
de Tarso), intenta solucionarlo simbólicamente contradiciendo a 1a
Tesalonicenses a fin de tranquilizar a los cristianos angustiados por la tardanza
en la parusía.
En este sentido,
cabe decir que la perspectiva apocalíptica de Pablo se refuerza en otras cartas
como la de los Romanos y el resto de las cartas auténticas del apóstol, donde
la próxima venida de Cristo y ulterior juicio final están constantemente presentes.

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