onsdag 25 oktober 2017

ANTONIO PIÑERO: GUÍA PARA ENTENDER A PABLO DE TARSO (IV): PABLO DE TARSO Y LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO. PRIMERA EPÍSTOLA A LOS EFESIOS [GABRIEL ANDRADE].






Apuntes de la entrevista:


En contra de lo que está convencionalmente extendido, el mensaje de Pablo de Tarso no fue, en absoluto, menos apocalíptico que el de Jesús de Nazareth. Así lo refiere 1a Tesalonicenses, 4, 13-17, dónde Pablo describe brevemente el fin del mundo con el retorno de Jesús previo al juicio final y que eso ocurrirá estando él en vida. Va así, más allá de lo que dice Jesús en Marcos 9,1 donde manifiesta que hay algunos que no gustarán la muerte antes de que venga el hijo del hombre en poder; ya que Pablo considera que él mismo será testigo de la parusía. En este sentido, cabe decir que Pablo estaba convencido la inminencia del fin del mundo, ello sin perjuicio que las iglesias, posteriormente, hubieron de recurrir a ulteriores interpretaciones simbólicas a fin de explicarse el incumplimiento de tales profecías.

No puede recurrirse a los aspectos organizacionales de la Iglesia primitiva mencionados en las Cartas Pastorales para combatir la interpretación literal de 1a Tesalonicenses, 4, 13-17 (Pablo no podía creer en una inminente parusía si se dedica a establecer aspectos de la organización eclesiástica, lo que denotaría una visión de futuro terreno) ya que tanto Tito como 1a y 2a Timoteo no fueron escritas por San Pablo sino por discípulos suyos en su nombre, tras la muerte del apóstol, según demuestran análisis exhaustivos de palabras y sobre el estilo de las mismas en contraste con las cartas auténticas, en especial el uso de las mismas palabras con significados distintos (iglesia en sentido de asamblea o de organización institucionalizada).

Los tesalonicenses eran los cristianos de Tesalónica, una ciudad griega populosa con una sinagoga grande en la cual eran admitidos los filojudíos (temerosos de Dios), paganos interesados por el judaísmo por su sentido moral, especialmente por lo que se refiere al cumplimiento de la Ley y la observancia del sábado, el alto nivel de estructuración social de la comunidad judía y de solidaridad con los desfavorecidos, especialmente con las viudas, a diferencia de lo que ocurría en el ámbito pagano. Se trata del primer documento paulino que se conserva, según se deduce de lo referido en los Hechos de los Apóstoles en su capítulo 18, que narra el conflicto con los mercaderes de Corinto con San Pablo a causa de su predicación, el prendimiento de Pablo y su posterior liberación por Lucio Junio Galión, hermano de Séneca y procónsul romano en Acaya, Según una inscripción hallada en Corinto, sabemos que se corresponde con los años 50-51, tiempo que probablemente coincide con la escritura de esta epístola.

La muerte de varios miembros de esta comunidad preocupaba a los tesalonicenses, los cuales tenían un trasfondo cultural judío muy intenso, y temían que los ya fallecidos no podrían participar de la resurrección de la carne. Pablo les asegura que no han de preocuparse por los hermanos muertos, ya que los que duermen el sueño de la muerte no lo harán por toda la eternidad, sino que resucitarán. Insiste en lo que les ha predicado, que la resurrección de Cristo es la primicia y que después de esta, los demás resucitarán también primeramente con Jesús, mientras que los que están con vida congregados escucharán una trompeta celestial anunciando el juicio final por medio de unos ángeles que preceden al Hijo del Hombre en una nube, siendo raptados al aire los previamente resucitados y los que están en vida con Jesús, pasando desde allí al Reino del Mesías y del Reino del Mesías al de Dios, donde estarán eternamente con el Señor. La nube es un elemento apocalíptico tomado del libro de Daniel que transporta a los muertos en Cristo resucitados y a los vivos creyentes, además del propio Pablo, ante el Señor. Fuera de eso no dice qué ocurrirá con el mundo ni con los paganos. La salvación pues afecta a muy pocas personas.

Las comunidades evangelistas arrebatacionistas que creen en la proximidad del juicio final, recurren a la interpretación literal de Pablo a fin de justificar sus creencias en contraste con la Iglesia Católica que lo interpreta alegóricamente, lo que no responde a estrictos criterios históricos y de interpretación filológica. Parece evidente que Pablo creía literalmente en lo que refiere en 1a Tesalonicenses, ello en el mismo sentido que la visión séptima del Libro IV de Esdras; o la visión A 11- 11 del Testamento de Abraham, o los judíos fundamentalistas contemporáneos que creen que serán muy pocos los que se salven. En este sentido, estos estarían más cerca del Pablo literal e histórico que la Iglesia Católica.

Las alegorías en el judaísmo son elementales, pero se refieren a hechos totalmente ciertos que se creen al pie de la letra. La repetición constante de tales elementos en muchos textos de la antigüedad de este ámbito cultural-religioso nos permite estar bastante seguros de estas creencias entre los judíos de la época (que se remontan a la época acadio-babilónica), lo que difiere ciertamente mucho del pensamiento actual contemporáneo. El autor de 2a Tesalonicenses (que no es Pablo de Tarso), intenta solucionarlo simbólicamente contradiciendo a 1a Tesalonicenses a fin de tranquilizar a los cristianos angustiados por la tardanza en la parusía.

En este sentido, cabe decir que la perspectiva apocalíptica de Pablo se refuerza en otras cartas como la de los Romanos y el resto de las cartas auténticas del apóstol, donde la próxima venida de Cristo y ulterior juicio final están constantemente presentes.





No está todo dicho sobre Pablo de Tarso a pesar de que desde san Agustín, y principalmente desde Martín Lutero y la Reforma, se hayan escrito centenares de libros sobre él. Ni siquiera queda claro, como se afirma con rotundidad, que Pablo fuera el «segundo fundador del cristianismo» ni tampoco un fariseo estricto como él mi smo sostiene en apariencia. Desde 1970 ha surgido una potente y nueva corriente de interpretación de la teología de Pablo, a cuyo frente están sobre todo teólogos evangélicos independientes e historiadores judíos del pensamiento israelita, que pone en cuestión opiniones aparentemente asentadas durante siglos: ¿Puede sostenerse hoy que todo o parte de Pablo ha sido malentendido durante más de quince siglos? ¿Fue el pensamiento de Pablo exclusivamente judío a pesar del entorno de su nacimiento y formación escolar en un mundo griego? ¿Abandonó Pablo la ley judía? O bien ¿se comportó siempre, incluso externamente, como un judío practicante? ¿Es posible defender que paganos y judíos se salvan no por creer en Jesucristo, sino por imitar sus actos de fidelidad? ¿Rompía la posible divinización de Jesús por parte de Pablo el monoteísmo estricto de Israel?

El autor, Antonio Piñero (Chipiona, Cádiz, 1941) es catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid, especializado en lengua y literatura del cristianismo primitivo.

Es autor e escritor de numerosas obras en el ámbito del cristianismo y judaísmo. Junto a su prestígio internacional como investigador, destaca su faceta de comunicador, atestiguada por millones de personas.




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