El fenómeno de la
resurrección de Jesús de Nazaret no puede ser considerado como un hecho
histórico ya que la historia tiene como objeto hechos repetibles y
comprobables, ello sin perjuicio de que esté testimoniada en los Evangelios, y de
las creencias de cada persona.
No obstante, sí
que se puede constatar históricamente la firme creencia de los primeros
cristianos de que Jesús, tras haber muerto de forma infamante en la cruz, había
resucitado y vivía entre ellos. La convicción de los primeros discípulos en el
sentido de que el Maestro había resucitado proviene de su pleno convencimiento
de que, pese a todo, él era el Mesías
y que si su muerte había impedido el plan divino de salvación, a la vista de la
profecía del Segundo Isaías sobre el Justo Sufriente, se podía inferir de
manera espontánea, que un futuro mesías asesinado injustamente podría
resucitar.
No puede
considerarse como verdad histórica la cita de Pablo de Tarso (I Corintios, 15,1-7) sobre la aparición de Jesús resucitado a quinientas personas –después de
aparecerse a Santiago y a Cefas-, sino como perteneciente al ámbito de lo
legendario y, en todo caso, a las experiencias personales del apóstol. Se trata
ésta de la primera rama legendaria
sobre apariciones de Jesús de Nazaret resucitado. La segunda rama es la del Evangelio de San Juan que narra la aparición
de Jesús resucitado a María Magdalena, que se contradice con la anterior.
Tampoco es seguro de que no pueda haber alucinaciones colectivas.
Los Evangelios
sugieren que los discípulos varones no creían, al principio, en el fenómeno de
la resurrección de Jesús, en contraste con el hecho de que, según la segunda
rama, las primeras apariciones fueron a mujeres, las cuales devendrían las
transmisoras de este fenómeno. Esta tradición podría fundamentarse en que,
quizás, la idea de la resurrección de Jesús surgió entre las mujeres y
posteriormente, se extendería a los hombres. Ello es psicológicamente
explicable dentro de lo que puede considerarse el proceso de duelo de una mujer
que siente como vivo al hombre que acaba de perder.
La historia de la
tumba vacía es contradictoria y objeto de un proceso altamente inflacionario,
desde la parquedad de Marcos hasta el detallismo de Juan. Además, se
acostumbraba a enterrar a los peregrinos pobres que morían durante la Pascua en
tumbas, a tal efecto dispuestas. Incluso cabe la posibilidad de que fuese
enterrado en una fosa común y los romanos no considerasen necesario exhibir el
cuerpo muerto de Jesús porque, a pesar de todo, estimaban que los seguidores de
Jesús eran un movimiento de poca importancia que se disolvió poco después de su
ejecución pública. Además, exhibir un cuerpo muerto durante el tiempo de la
Pascua era una temeridad desde el punto de vista del orden público, ya que
suponía violar la pureza del lugar y del período.
En todo caso, hay
que considerar todos estos relatos en el marco altamente contradictorio, ya no
sólo de la resurrección de Jesús, sino del descendimiento de la cruz y de su
entierro. También hay que tener en cuenta las profundas contradicciones sobre
el lugar (Galilea-Judea) y el tiempo (3-40 días).
La predisposición
a morir, por parte de los discípulos, ante la creencia de la resurrección es un
argumento sumamente especulativo que cabe enmarcar en el contexto de una
espiritualidad determinada y en una concepción del mundo mitológica que cabe
considerar, hoy día, como superada. Cabe señalar que, actualmente, ciertos
fanáticos de determinadas religiones están dispuestos a morir por su fe, sin
que ello represente argumento justificativo de verdad histórica alguna.
Dentro del ámbito
específico del judaísmo, una cosa es la creencia general de la resurrección de
todos los muertos al final de los tiempos, previa al juicio final; y otra es la
creencia de la resurrección de un muerto, que aparece únicamente en el apócrifo
conocido como Apocalipsis de Baruc, o
el anteriormente mencionado fragmento del JustoSufriente del Segundo Isaías (Isaías 53).
En cualquier caso,
desde un punto de vista histórico-crítico, cabe considerar, finalmente, las
predicciones del propio Jesús sobre su resurrección como no efectuadas por él
mismo, sino como posteriormente añadidas por los evangelistas, y puestas en su
boca.
Gran parte de los
datos de esta conferencia están recogidos y ampliados en las obras de D.
Antonio Piñero Los cristianismos derrotados
y Guía para entender el Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento fue escrito hace casi dos mil años desde una mentalidad y en un contexto muy distintos de los de hoy en día. A pesar de que la vida cultural y religiosa de Occidente está impregnada de ideas y concepciones que derivan de él, su texto aparece lleno de incógnitas y de «trampas» para el lector actual. La presente obra está concebida como Guía, sencilla en lo posible, que expone las claves de lectura e interpretación de cada uno de los 27 libros que componen el Nuevo Testamento. Su primer objetivo es comprender lo que quiso transmitir cada uno de estos escritos cuando se compuso y cómo debieron entenderlos los primeros lectores a los que fueron dirigidos. A lo largo de este itinerario, se intenta dar respuesta a las preguntas más comunes suscitadas por la lectura del Nuevo Testamento: ¿cómo se formó?; ¿cómo ha llegado hasta nosotros?; ¿se ha transmitido correctamente?; ¿son fieles las iglesias a la hora de reproducir el texto y de traducirlo? Y a algunos otros interrogantes de importancia como son: ¿podemos reconstruir fielmente la figura del Jesús histórico base del Nuevo Testamento?; ¿por qué tenemos cuatro evangelios?; ¿es Pablo el fundador del cristianismo?; ¿cómo fue progresando la Iglesia a medida que pasaban los años tras la muerte de Jesús? Esta Guía no está compuesta desde un punto de vista confesional. Su acercamiento a los textos es histórico y literario. Es respetuosa con las creencias, pero no se siente ligada a ellas, sino al intento de explicar por qué surgió el Nuevo Testamento y cómo puede comprenderse.

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