tisdag 24 oktober 2017

HISTORIA HUMANA DE JESÚS [JOSÉ LUIS BALBÍN] La Clave, 1 (8) de Enero de 1993




Pablo de Tarso es el primer personaje indiscutiblemente histórico del cristianismo. Es uno de los motores de las Iglesias cristianas del siglo I D.C., en particular de la concepción que finalmente subsistirá en defecto de otras, como la de Jerusalén.

El Canon de los Evangelios Canónicos rige incluso para los investigadores laicos, pues son los únicos que tienen en cuenta los investigadores modernos a la hora de intentar reconstruir el Jesucristo Histórico y el Cristianismo primitivo, por ser los más antiguos y los únicos que contienen datos relevantes, a diferencia de los Apócrifos que son ya más tardíos.

La aportación mínima de Tácito es de gran importancia pues afirma en clave rigurosamente histórica que Jesús fue ajusticiado por el prefecto (procurador) Poncio Pilato, lo que coincide con los datos que dimanan de los Evangelios. Este ajusticiamiento de Jesús por los romanos por causa de sedición política (por motivos políticos) es el único dato inequívocamente histórico que tenemos sobre el personaje. El resto de los datos que la demás documentación nos han aportado sobre Jesús cae en el plano de la hipótesis, si bien el grado de probabilidad de su certeza es, en muchos casos, altamente elevado.

La muerte de Jesús en la cruz fue un caso de mors agravata. De acuerdo con el Derecho Romano, las causas por las que un hombre libre podía ser condenado a este tipo de muerte infamante eran escasísimas y, en su mayor parte, políticas. En aquel lugar y en aquel momento, el Imperio Romano tenía un especial interés en no cometer errores políticos que pudieren desembocar en un alzamiento popular, por lo que es de creer que cuando Pilato condena a Jesús es con un gran conocimiento de causa, probablemente el hecho de que Jesús y los suyos fueron encontrados físicamente con armas en las manos, en tanto en cuanto que grupo armado, lo que no quita, en absoluto, que no fueren, además, un grupo de una profunda vivencia religiosa, siendo ello coherente con la dinámica que se respiraba en Israel, en este sentido, desde los tiempos de los Macabeos.

Pilato es la persona menos indicada para atender propuestas formuladas desde el Sanedrín, dadas las proverbiales malas relaciones que tenía el gobernador romano con esta institución. En todo caso, los Evangelios no son documentos estrictamente históricos. No puede sostenerse la interpretación de que fueron los judíos los responsables de la muerte de Jesús (deicidio), pareciendo mucho más lógico que fueren los romanos ante lo que consideraban que se trataba de un revoltoso.

El creer que el problema religioso es planteado como un problema político y de orden público, lo que determina una responsabilidad por parte de los saduceos es una hipótesis muy bien (demasiado bien) construida y en ningún caso históricamente rechazable.

La idea que se han hecho los cristianos sobre Jesús no tiene mucho de histórica.
En el Nuevo Testamento hay personajes ciertamente históricos. Tal es el caso de Pedro, Juan o la familia de Jesús, todos ellos mencionados por Pablo. En este sentido, Santiago, el hermano de Jesús, que le sobrevive, fue un personaje importante de la Iglesia de Jerusalén.

Los profetas preferidos de la predicación de Jesús de Nazaret fueron los del norte de Israel, en concreto, Elías y Eliseo. El hecho de que Jesús fuese de Galilea confiere una peculiaridad específica y un carácter novedoso a su predicación, más centrada en la sinagoga que en el Templo, que queda muy lejos, lo que supone una distancia frente a los rituales neolíticos predominantes en Jerusalén y un acercamiento a una espiritualidad más íntima y personal, en la línea de los mencionados profetas del norte.

Respecto a la cuestión de la fecha del nacimiento de Jesús de Nazaret, hay que partir del hecho de que los Evangelios parecen referirse a un hombre de unos treinta años que murió en tiempos de Poncio Pilato, lo que parece situar su ejecución entre el año veintinueve y treinta y uno.

El movimiento cristiano que sobrevivió fue el de Pablo de Tarso, con el cual se fundiría el de Pedro, mientras que el de Santiago, el hermano de Jesús, desaparecería. En Egipto y en Siria Oriental existieron, además, otras ramas del cristianismo –posteriormente extinguidas-, de las que hay rastros dejados por los textos gnósticos y noticias indirectas.



No hay razones contundentes que justifiquen el por qué de la inclusión de los Evangelios Canónicos en el Canon del Nuevo Testamento en perjuicio de los Apócrifos, lo que ha de contextualizarse en la oscuridad total que hay por lo que respecta al proceso de formación del mismo (Canon).

Se puede pensar, en este sentido, que en el conjunto de las Iglesias había un cierto consenso a la hora de pensar que esos cuatro Evangelios eran los que mejor plasmaban lo que había sido Jesús. Además eran los que mejor se acomodaban a lo que se consideraba la regla de la fe (conjunto de ideas que conformaban el Cristianismo como algo específico ya distinto del judaísmo). Y además y de manera muy especial, porque se leían en común, en reuniones litúrgicas, en el conjunto de las Iglesias. Como antecedente, cabe destacar el canon de Marción (Evangelio de Lucas recortado y algunas Cartas de Pablo), lo que debió de considerarse un buen sistema para la efectiva determinación de los escritos que se consideraban sagrados. Debió de darse, además, un acto de la Iglesia, del cual no se tiene constancia alguna, que oficializaría el Canon Neotestamentario.

Los Evangelios Canónicos, en especial, los sinópticos son los que objetivamente, más se acercan a la figura de Jesús en el tiempo. El resto son manifiestamente posteriores y su contenido está lleno de fantasía teológica que hay que apartar a fin de encontrar algún nucleo histórico. Tan solo algunos dichos del Evangelio Copto de Tomás pueden acercarse a la figura de Cristo.

Situar a Jesús en las coordenadas de la Palestina del Siglo I, en tanto en cuanto que individuo profundamente judío que predicaba y proclamaba un Reino de Dios totalmente judío e inminente, con las implicaciones económicas, sociales y políticas propias del lugar y la época, implica, como resultado, la obtención de una figura histórica muy distinta a la que tiene, sobre el personaje, la mayoría de los cristianos contemporáneos. Por ello, se cree que este Jesús no predicaría un amor omnímodo a los enemigos, sino únicamente un amor a ultranza con aquellos que estaban totalmente de acuerdo con aceptar y potenciar la venida del Reino de Dios tal y como él lo predicaba. Por el contrario, se estima que probablemente proclamaría una lucha sin cuartel, no cabe descartar que incluso fuere armada, contra los Romanos, tal y como parecen dejar traslucir algunos fragmentos de los Evangelios (Cap. 23 de S. Lucas) o el hecho de que sus discípulos se opongan con armas en la mano a los que se presentan en el Huerto de los Olivos para apresarle. Por ello, la sentencia sobre el pago del tributo al César se ha de contemplar de una forma muy distinta a la que concibe la mayoría de las personas -favorecer el pago de tributos al Imperio Romano-, lo que ha de interpretarse en clave estríctamente estratégica a fin de evitar que le pudieren acusar de subversión fiscal. Es por ello que en Lucas, se le acusa de revolucionar a todas las masas prohibiendo que se pague el tributo al César.

Una conclusión verdaderamente importante para la imagen de Jesús, y es que ese Jesús histórico, con independencia de que fuera el líder de una banda armada o no, era un estricto nacionalista judío, y es precisamente en esta clave nacionalista que ha de interpretarse el Reino de Dios. Resulta altamente sospechoso que estos mensajes de universalidad que aparecen al final del Evangelio de Mateo procediesen de la boca del Jesús histórico, sino de la de sus discípulos, los cuales, a su vez, se los atribuyen al Maestro. En este sentido ha de interpretarse, por ejemplo el episodio de la mujer sirio-fenicia o la prédica de Mateo 10, sobre que ha venido a predicar a las ovejas de Israel. Ello sin perjuicio de la posibilidad real de interpretar la predicación que realiza Jesús sobre el Reino de otras manera. Por su parte el largo diálogo de Jesús con la mujer samaritana que aparece en el Evangelio de Juan no parece estríctamente histórico. En todo caso parece lógico que Cristo distinguiese entre las distintas personas individuales que eran convertibles, con independencia de su origen, y por otro lado, los enemigos de institucionales del Reino de Dios que él predicaba.

El motivo de fondo de la predicación de Jesús hay que considerarlo exclusivamente en el marco del pueblo de Israel y la Ley judía, sin pretensión alguna de universalidad, hasta el punto de que no cabe admitir que la religión cristiana es la que predica Jesús. La religión cristiana será una religión sobre Jesús a base de reinterpretar su mensaje. Así, la imagen del Jesús humano como predicador de una religión judía y nacionalista es muy distinta a la que imagina el cristiano del siglo XX, especialmente en cuanto se refiere que predicase una salvación universal. Así, por ejemplo, a los griegos no los quiere recibir y tampoco se desplaza a casa del centurión para no contaminarse, sino que envía un mensajero. Ello ilustra la distancia que adopta Jesús respecto de los paganos.

Para acomodarse totalmente al Jesús histórico hay que hacerse judío (circuncidarse y observar la Ley).

Del Jesús histórico se saben bastantes cosas: quiénes eran sus padres, que tenía hermanos, dónde nació, cómo murió, que tenía discípulos y cuál era su doctrina. Lejos de ser manso y humilde era un hombre predominantemente duro y enérgico, con accesos de ira, que estaba rodeado de mujeres.

La religión cristiana tiene muchos elementos del humanismo universal y le ha aportado a éste otros tantos.

La familia de Jesús, desde el punto de vista histórico, era totalmente judía, con un padre y una madre que tuvieron varios hijos –dato mencionado por todos los Evangelios-, cuyos nombres son conocidos: Santiago, Simeón, Judas. Es más que probable que Jesús se llevase bastante mal con su familia por causa de su predicación. Jesús, por su parte, tampoco querría atarse demasiado a ellos, por considerarlos un impedimento en su actividad predicadora.
Se cree que Nazaret es el lugar de nacimiento de Jesús, en base al testimonio (despectivo) de los contemporáneos de Jesús, más allá de la importancia que esta población podía tener y hasta qué punto pueda haberse documentado arqueológicamente. José, de acuerdo con la etimología griega, era algo más que un simple “carpintero”, sino que sería un profesional cuya competencia se proyectaba en diversas actividades de tipo manual.

Se ha dicho que la predicación del mensaje de Jesús, especialmente su imagen del Reino de los Cielos está predeterminada por su ser de Galilea, en el sentido de que era un lugar alejado de las discusiones religiosas de carácter meramente técnico, en favor de un mensaje de tipo esencialista. Así, la imagen del Reino como un banquete donde hay abundancia de comida está predeterminada por la escasez de alimentos que había en Galilea. También hay que entender que Jesús debía de realizar estas predicaciones en este lugar por la tranquilidad que le debía de dar el hecho de saberse entre los suyos, si bien él era consciente de que éstas tenían poco efecto, por lo que para tener éxito en esta actividad, tenía que irse a Jerusalén, centro religioso del judaísmo.

El contacto de este presunto rabino con mujeres, sólo sería posible considerándolo desde un punto de vista galileo, de las cuales está rodeado y las cuales le sirven. Se trata de un trato con las mujeres absolutamente novedoso en lo que se puede considerar un rabino del siglo I, lo que le confiere un rasgo singularmente humano. Las elije como mensajeras –desde el punto de vista de los Evangelios- en el acto de la afirmación ante los discípulos, de la resurrección. Por otro lado, la tradición cristiana-apócrifa sigue también muy de cerca la imagen de Jesús rodeado de mujeres. En definitiva, lo que hace de Jesús un rabino diferente es el hecho de provenir de Galilea.

No se puede afirmar de manera categórica que Jesús estuviese en Egipto porque las fuentes que apuntan en tal sentido son dudosas. Los capítulos I y II del Evangelio de Mateo pueden tener carácter simbólico, y los evangelios apócrifos que hablan de la estancia de Jesús en esta tierra tampoco pueden considerarse fuentes fidedignas.

Los Evangelios, retrospectivamente, adaptan la imagen de Jesús a las previsiones del Antiguo Testamento, convirtiéndole en descendiente de David de Judá, de lo cual no hay constancia alguna. No obstante, Flavio Josefo dice que en época de Jesús hubo más de veinte candidatos a mesías autoconvencidos, cuya descendencia davídica es imposible, por lo que cabe pensar en una ascendencia de tipo simbólico.



Para poder comprendera la figura de Jesús, hay que tener en cuenta que él fue un judío muy religioso y muy implicado en la sociedad de su tiempo, cercano a la secta de los fariseos, cuyas enseñanzas -según él- había que seguir (no así su ejemplo) pues no había venido a abrogar la Ley sinó a hacerla cumplir.

Los manuscritos del Mar Muerto nos ayudan a entender el contexto y el transfondo teológico de la doctrina y de la vida de Jesús. Así, entendemos las prédicas de Jesús sobre el valor de la pobreza y la corrupción que entraña la riqueza (sentencia sobre que es más fácil que un camello pase por el agujero de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos), o la inmoralidad que entraña el divorcio, entre otras enseñanzas sociales.

Las escrituras no son lo suficientemente objetivas como para que podamos saber en qué grado Poncio Pilato fue el responsable último de la ejecución de Jesús o, por el contrario los judíos, por lo cual puede abrirse camino una postura intermedia.

La grandeza de la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento radica en 
que no siempre muestra a sus héroes bajo una perspectiva favorable. No parece, incluso, que el nacionalismo de Jesús pudiese considerarse en su época como algo favorable. 

Según el Talmud, carpintero (y el hijo de carpintero) significa “hombre erudito, inteligente”, que puede resolver problemas reales, lo que puede añadir confusión al término.

No hay manuscritos del Mar muerto que mencionen a Jesús de Nazaret. Estos manuscritos presentan un trasfondo histórico de su época. 

Antonio Vargas-Machuca


La característica especialmente diferenciadora entre el Antiguo y el Nuevo Testamento es el reconocimiento de la persona de Jesús como el Cristo, el enviado de Dios, lo que deviene un salto cualitativo respecto de la Biblia Hebrea o Antiguo Testamento. No obstante, la Iglesia considera el Nuevo Testamento -a diferencia de Marción, para quien el Dios del Antiguo Testamento era un dios diferente del del Nuevo- una continuación del antiguo y de la revelación de Dios a la humanidad, si bien hay que entender que el Nuevo prima sobre el Antiguo, el cual ha de leerse desde la la interpretación hermeneútica del primero. No obstante, desde un punto de vista teológico, el valor de los escritos del Antiguo Testamento no es el mismo para un judío que para un cristiano.

Si bien el Canon Neotestamentario no fue una lista exhaustiva y cerrada, en la que figuraban todos los libros que conocemos ahora desde el primer momento, la inmensa mayoría de estos sí que está. Y ya a finales del S. IV, se puede afirmar que ya se da una unanimidad en todas las Iglesias respecto al mismo, quizás con alguna pequeñas execpción (alguna Carta de Juan, Apocalipsis, Carta a los Hebreos). Los criterios fueron básicamente el uso litúrgico de esos libros y el reconocimiento de las Iglesias Locales.

Para estudiar de manera objetiva los primeros textos cristianos (Nuevo Testamento y Apócrifos) hay que emplear una metodología muy elaborada y siempre teniendo en cuenta el entorno judío en el cual Jesús desarrolla su predicación y su vida, en particular la línea cultural y religiosa del judaísmo galileo.

Cristo predicó un mensaje basado en el reinado de Dios, a partir del cual, y a raíz, en parte de sus disputas con los sacerdotes saduceos del templo y sus enfrentamientos más dialécticos con fariseos -grupo religioso con el que Jesús de Nazaret tenía una mayor afinidad teológica-, podemos realizar una primera aproximación a lo que sería la reconstrucción de unos cuantos rasgos importantes, entre la verosimilitud e incluso, la certeza, de la figura del Cristo histórico.

La condena de Jesús es, a los ojos de Pilato, por causas políticas si bien disiente de la mayoría de los investigadores de que él y sus seguidores fuesen un grupo armado. No hay que olvidar que el régimen de Judea bajo los procuradores romanos era una especie de protectorado autónomo que concedía al Sanedrín la mayor competencia posible no solo en asuntos de tipo religioso sino además en temas de orden público. En la condena a muerte de Jesús se entremezclan consideraciones de tipo político, en concreto, el reclamarse Mesías, falso profeta que subvierte el Templo y cuestiona aparentemente la Torá. De ello resulta que el mensaje eminentemente religioso de Jesús tiene consecuencias sobre el orden público, lo que supone que Pilato ratifique la propuesta de pena de muerte formulada por el Sanedrín. Las malas relaciones de Pilato con el Sanedrín van tan lejos como le permita el no comprometer su cargo y su persona y sin perjuicio de que pudiere seguirle la corriente a los judíos si ello le había de beneficiar.

El reinado de Dios anunciado por Cristo no tiene porque tener connotaciones necesariamente políticas (algunas sí), si bien desde un punto de vista histórico. El mensaje religioso de Jesús tiene un eco en el pueblo, lo que provoca movimientos de masas. El hecho de que Cristo critique al Templo, al partido de los fariseos en su interpretación de la Ley y su proximidad con los marginados, además de su procedencia galilea, todo ello hace que éste sea visto como molesto en el plano histórico y del gobierno autónomo por el que el Sanedrín había de velar.

El mensaje de Jesús es para el pueblo de Israel y, además, para todo aquel que crea en él. En todo caso, el nacionalismo de Cristo no puede en clave moderna en el sentido de exclusividad o preminencia de una nación por encima de las otras. La curación de la sirio-feniciae por su gran fe o el comentario que en tal sentido hace sobre el centurión de Cafarnaum son pistas que nos dejan los Evangelios sobre el universalismo de Cristo. A partir de estos datos puede reconstruirse el mensaje de Jesús como la oferta de salvación por parte de Dios, en concreto, el perdón a los que se conviertan, sin pedir que se levante nadie en armas. La conversión a Dios supone el hacer la voluntad de Dios en la linea de Juan Bautista, se dirige principalmente a las clases marginadas y no a la élite sacerdotal y religiosa. Esto es lo primigenio y básico de Jesús que molesta a saduceos y fariseos. La crítica al Templo desencadena la persecución en contra suya, que se materializa en una acusación de heregía. El mensaje religioso tenía una repercusión, además, de orden público, también de la competencia del Sanedrín, lo que será aprovechado en el proceso ante los escribas. Ante Pilato, el problema religioso es planteado como un problema político y de orden público, lo que determina una responsabilidad por parte de los saduceos.

El estudio de la figura de Jesús de Nazaret ha de realizarse a través de un estudio histórico, pero quedarnos únicamente con esto nos depara una visión incompleta del personaje, que no es una simple figura humana de gran seguimiento. Hay un algo más que se substancia en el reinado de Dios considerado como oferta de salvación, no sólo para los pobres y marginados, sino para todo el mundo que quiera creer, incluso los ricos. La implantación del reinado de Dios se lleva a cabo en dos etapas: una que es la realización de la voluntad de Dios, dentro de los parámetros del mundo judío; y una segunda, que tiene como destino final, en el encuentro final con Dios después de esta vida. A eso los seguidores de Jesús de Nazaret le dan un tinte distinto, de tal manera que pasa de mero predicador a devenir el propio objeto de la salvación de Dios.

Si los hermanos de Jesús, lo son en sentido amplio o estricto, es una cuestión debatible, pero parece claro que Jesús tuvo que elegir entre la familia o su actividad predicadora. Se trata de un estilo de vida que se proyecta, posteriormente en las órdenes religiosas.

En el cartel que se coloca en la cruz, a Jesús se la llama claramente “Nazareno”. Ello se referiría más a un lugar de origen que no al hecho de haber hecho un voto religioso.

Todas las fuentes sitúan las primeras predicaciones de Jesús en Galilea. Curiosamente, en la actualidad, un número importante de la población de Galilea es árabe-cristiana, lo que contrasta con una más reducida presencia en Jerusalén, aunque dos de los barrios antiguos de esta ciudad sean cristianos.

La predicación de Jesús sobre la superación de la Torá y del Templo había de predicarse necesariamente en Jerusalén, porque era el centro religioso del cristianismo.

Pablo de Tarso no se inventa la Resurrección, ya que en su Primera Carta a los Corintios, afirma que se trata de un testimonio que él recibió de otros. La doctrina de la resurrección es aceptada por una parte del judaísmo y tiene reflejo en determinados libros apócrifos del Antiguo Testamento, en los cuales deviene culminación del reino de Dios. No obstante, la Iglesia hubiera podido existir sin San Pablo, si bien sería diferente a la que hoy conocemos. De hecho el actual canon y la doctrina de la Iglesia recogen diversas sensibilidades no estrictamente paulinas, como sucede en el Evangelio de San Mateo.

El valor histórico de los Evangelios ha de examinarse, en cada caso, por la historiografía moderna en tanto en cuanto que se trata de obras de difusión religiosa, y no textos estrictamente históricos.

Fernando Sánchez Dragó


La Iglesia ha aceptado aportaciones de los Evangelios Apócrifos, por lo que llama la atención que no aceptase estos textos.

Los Evangelios Canónicos no son, en absoluto, homogéneos, especialmente el de Juan, de claras influencias gnósticas. Por otra parte, la cercanía de los Canónicos a la figura de Jesús es también relativa, ya que son bastante posteriores a su muerte, además de haber padecido diversas interpolaciones y manipulaciones, entre otras circunstancias.

Nadie ha demostrado que Jesús fuese un estricto nacionalista ni que su mensaje se dirigiese estrictamente a los judíos.

Con los datos en la mano difícilmente puede afirmarse que el Jesús propuesto por Díez Alegría sea el Jesús histórico, pero sí el que nos interesa, hasta el punto de que defenestrar a Cristo del centro del cristianismo por considerarlo un nacionalista que actuaba en clave meramente judía equivale a poner a Pablo en el centro de la nueva religión en perjuicio y detrimento de aquél, siendo la imagen cristiana de Jesús y los planteamientos ecuménicos lo que le ha hecho relevante para la historia.

No hay que identificar al Jesús humano exclusivamente con el Jesús histórico. No sólo hay un solo Cristo sino incluso varios “Jesuses” históricos, incluso un Jesús precristiano grabado en el subconsciente humano (Jung). Si el mensaje de Jesús deviene finalmente ecuménico no es únicamente por la reformulación que le da Pablo de Tarso sino por algo más profundo, por los valores universales que contiene y la influencia que tienen en la conciencia humana. Los Evangelios Canónicos rebelan un Jesús histórico mínimo, sobre el cual y por causa de otros factores (leyendas, concepciones) se superpone otro Jesús igualmente, con identidad histórica. Lo que mueve la historia es la revelación y no el dato histórico.

El dogma de la Trinidad es una interpolación procedente de las religiones orientales, en concreto, el Indostán.

Jesús, probablemente, nació en Nazaret, si bien hay historiadores que consideran que no era más que una pequeña aldea. Se trata de una cuestión importante porque puede poner en duda los datos históricos.

Considera el viaje de Jesús a la India a título de mera hipótesis, en su momento formulada por otros autores. Se trataría de apariciones que tendrían lugar tanto antes como después de su resurrección. Otras hipótesis son que Jesús no fue crucificado o que tras su crucifixión, fue rescatado de la cruz, lo que excluiría la ulterior resurrección. En cualquier caso, cabe preguntarse por qué para los cristianos el hecho de la resurrección es tan determinante, tratándose de algo existente en otras creencias paganas.

Cabe preguntarse si Jesús de Nazaret fundó o pretendió alguna vez fundar una iglesia.

No puede saberse si Jesús era de origen aristocrático o plebeyo. Sí que hay una transformación en su vida que opera a través de una iniciación. Puede aceptarse la existencia de una imagen del Cristo para ricos y otro para pobres que se plasma en la adoración de los Magos (San Mateo) y de los pastores (Lucas), pero hay que considerar que, al lado de un Jesús teológico hay un Jesús social de los pobres y de los marginados, lo que confiere una imagen más ecuménica del mismo.


El Cristianismo incorpora una gran carga de tradición. Cabe reivindicar el Jesús histórico a fin de depurar la imagen “Constantiniana” que adquirió esta figura en provecho de interpretaciones interesadas.

Un cristianismo interesante es el que nos acerca al Jesús real resucitado, máxima representación de Dios, más allá de toda coordenada en la que pretendamos actuar y tratando de tener una máxima fidelidad a Jesús en nuestras acciones. El Reino de Dios que predica Jesús es justicia hecha a los pobres, fraternidad, acogimiento a los marginados, lo que supone algo tremendamente revolucionario y que motiva en última instancia su ejecución, con independencia que esta se debiese principalmente a Pilato y los romanos, a los judíos o a una conjunción de fuerzas.

La fidelidad al Jesús histórico ha de hacerse con un sentido de la historicidad de Jesús más allá de un seguimiento literal.

A pesar de lo que dice San Pablo, la figura y la doctrina de Jesucristo tienen valor propio con independencia del fenómeno de la Resurrección. En cualquier caso, Pedro, las mujeres y otros creen en la Resurrección como una experiencia profundísima dentro de la categoría de lo que se considera como apariciones.

La Teología de la Liberación no es una teología belicista. Tan sólo se argumenta que, en caso de extrema necesidad ante una situación de sufrirse violencia activa, hay que reconocer el derecho de una comunidad a poderse defender. Entre un guerrillero violento que empuña las armas y un pacifista radical, puede considerarse a Jesús de Nazaret como un término medio, entre estos dos extremos. 

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