Pablo de Tarso es
el primer personaje indiscutiblemente histórico del cristianismo. Es uno de los
motores de las Iglesias cristianas
del siglo I D.C., en particular de la concepción que finalmente subsistirá en
defecto de otras, como la de Jerusalén.
El Canon de los
Evangelios Canónicos rige incluso para los investigadores laicos, pues son los
únicos que tienen en cuenta los investigadores modernos a la hora de intentar
reconstruir el Jesucristo Histórico y el Cristianismo primitivo, por ser los
más antiguos y los únicos que contienen datos relevantes, a diferencia de los
Apócrifos que son ya más tardíos.
La aportación
mínima de Tácito es de gran importancia pues afirma en clave rigurosamente
histórica que Jesús fue ajusticiado por el prefecto (procurador) Poncio Pilato,
lo que coincide con los datos que dimanan de los Evangelios. Este
ajusticiamiento de Jesús por los romanos por causa de sedición política (por
motivos políticos) es el único dato inequívocamente histórico que tenemos sobre
el personaje. El resto de los datos que la demás documentación nos han aportado
sobre Jesús cae en el plano de la hipótesis, si bien el grado de probabilidad
de su certeza es, en muchos casos, altamente elevado.
La muerte de
Jesús en la cruz fue un caso de mors
agravata. De acuerdo con el Derecho Romano, las causas por las que un
hombre libre podía ser condenado a este tipo de muerte infamante eran
escasísimas y, en su mayor parte, políticas. En aquel lugar y en aquel momento,
el Imperio Romano tenía un especial interés en no cometer errores políticos que
pudieren desembocar en un alzamiento popular, por lo que es de creer que cuando
Pilato condena a Jesús es con un gran conocimiento de causa, probablemente el
hecho de que Jesús y los suyos fueron encontrados físicamente con armas en las
manos, en tanto en cuanto que grupo armado, lo que no quita, en absoluto, que
no fueren, además, un grupo de una profunda vivencia religiosa, siendo ello
coherente con la dinámica que se respiraba en Israel, en este sentido, desde
los tiempos de los Macabeos.
Pilato es la
persona menos indicada para atender propuestas formuladas desde el Sanedrín,
dadas las proverbiales malas relaciones que tenía el gobernador romano con esta
institución. En todo caso, los Evangelios no son documentos estrictamente
históricos. No puede
sostenerse la interpretación de que fueron los judíos los responsables de la
muerte de Jesús (deicidio), pareciendo mucho más lógico que fueren los romanos ante lo que consideraban que se trataba de un revoltoso.
El creer que el
problema religioso es planteado como un problema político y de orden público,
lo que determina una responsabilidad por parte de los saduceos es una hipótesis
muy bien (demasiado bien) construida y en ningún caso históricamente
rechazable.
La idea que se
han hecho los cristianos sobre Jesús no tiene mucho de histórica.
En el Nuevo
Testamento hay personajes ciertamente históricos. Tal es el caso de Pedro, Juan
o la familia de Jesús, todos ellos mencionados por Pablo. En este sentido, Santiago,
el hermano de Jesús, que le sobrevive, fue un personaje importante de la
Iglesia de Jerusalén.
Los profetas preferidos de la predicación de Jesús de Nazaret fueron los del norte de Israel, en concreto, Elías y Eliseo. El hecho de que Jesús fuese de Galilea confiere una peculiaridad específica y un carácter novedoso a su predicación, más centrada en la sinagoga que en el Templo, que queda muy lejos, lo que supone una distancia frente a los rituales neolíticos predominantes en Jerusalén y un acercamiento a una espiritualidad más íntima y personal, en la línea de los mencionados profetas del norte.
Respecto a la
cuestión de la fecha del nacimiento de Jesús de Nazaret, hay que partir del
hecho de que los Evangelios parecen referirse a un hombre de unos treinta años
que murió en tiempos de Poncio Pilato, lo que parece situar su ejecución entre
el año veintinueve y treinta y uno.
El movimiento
cristiano que sobrevivió fue el de Pablo de Tarso, con el cual se fundiría el
de Pedro, mientras que el de Santiago, el hermano de Jesús, desaparecería. En
Egipto y en Siria Oriental existieron, además, otras ramas del cristianismo –posteriormente
extinguidas-, de las que hay rastros dejados por los textos gnósticos y
noticias indirectas.
No hay razones
contundentes que justifiquen el por qué de la inclusión de los Evangelios
Canónicos en el Canon del Nuevo Testamento en perjuicio de los Apócrifos, lo
que ha de contextualizarse en la oscuridad total que hay por lo que respecta al
proceso de formación del mismo (Canon).
Se puede pensar,
en este sentido, que en el conjunto de las Iglesias había un cierto consenso a
la hora de pensar que esos cuatro Evangelios eran los que mejor plasmaban lo
que había sido Jesús. Además eran los que mejor se acomodaban a lo que se
consideraba la regla de la fe
(conjunto de ideas que conformaban el Cristianismo como algo específico ya
distinto del judaísmo). Y además y de manera muy especial, porque se leían en común, en
reuniones litúrgicas, en el conjunto de las Iglesias. Como antecedente, cabe
destacar el canon de Marción (Evangelio de Lucas recortado y algunas Cartas de
Pablo), lo que debió de considerarse un buen sistema para la efectiva
determinación de los escritos que se consideraban sagrados. Debió de darse,
además, un acto de la Iglesia, del cual no se tiene constancia alguna, que
oficializaría el Canon Neotestamentario.
Los Evangelios
Canónicos, en especial, los sinópticos son los que objetivamente, más se
acercan a la figura de Jesús en el tiempo. El resto son manifiestamente
posteriores y su contenido está lleno de fantasía teológica que hay que apartar
a fin de encontrar algún nucleo histórico. Tan solo algunos dichos del
Evangelio Copto de Tomás pueden acercarse a la figura de Cristo.
Situar a Jesús en
las coordenadas de la Palestina del Siglo I, en tanto en cuanto que individuo
profundamente judío que predicaba y proclamaba un Reino de Dios totalmente
judío e inminente, con las implicaciones económicas, sociales y políticas
propias del lugar y la época, implica, como resultado, la obtención de una
figura histórica muy distinta a la que tiene, sobre el personaje, la mayoría de
los cristianos contemporáneos. Por ello, se cree que este Jesús no predicaría
un amor omnímodo a los enemigos, sino únicamente un amor a ultranza con
aquellos que estaban totalmente de acuerdo con aceptar y potenciar la venida
del Reino de Dios tal y como él lo predicaba. Por el contrario, se estima que
probablemente proclamaría una lucha sin cuartel, no cabe descartar que incluso
fuere armada, contra los Romanos, tal y como parecen dejar traslucir algunos
fragmentos de los Evangelios (Cap. 23 de S. Lucas) o el hecho de que sus
discípulos se opongan con armas en la mano a los que se presentan en el Huerto
de los Olivos para apresarle. Por ello, la sentencia sobre el pago del tributo
al César se ha de contemplar de una forma muy distinta a la que concibe la
mayoría de las personas -favorecer el pago de tributos al Imperio Romano-, lo
que ha de interpretarse en clave estríctamente estratégica a fin de evitar que
le pudieren acusar de subversión fiscal. Es por ello que en Lucas, se le acusa
de revolucionar a todas las masas prohibiendo que se pague el tributo al César.
Una conclusión
verdaderamente importante para la imagen de Jesús, y es que ese Jesús
histórico, con independencia de que fuera el líder de una banda armada o no,
era un estricto nacionalista judío, y es precisamente en esta clave
nacionalista que ha de interpretarse el Reino de Dios. Resulta altamente
sospechoso que estos mensajes de universalidad que aparecen al final del
Evangelio de Mateo procediesen de la boca del Jesús histórico, sino de la de
sus discípulos, los cuales, a su vez, se los atribuyen al Maestro. En este
sentido ha de interpretarse, por ejemplo el episodio de la mujer sirio-fenicia
o la prédica de Mateo 10, sobre que ha venido a predicar a las ovejas de
Israel. Ello sin perjuicio de la posibilidad real de interpretar la predicación
que realiza Jesús sobre el Reino de otras manera. Por su parte el largo diálogo
de Jesús con la mujer samaritana que aparece en el Evangelio de Juan no parece
estríctamente histórico. En todo caso parece lógico que Cristo distinguiese
entre las distintas personas individuales que eran convertibles, con
independencia de su origen, y por otro lado, los enemigos de institucionales
del Reino de Dios que él predicaba.
El motivo de
fondo de la predicación de Jesús hay que considerarlo exclusivamente en el
marco del pueblo de Israel y la Ley judía, sin pretensión alguna de
universalidad, hasta el punto de que no cabe admitir que la religión cristiana
es la que predica Jesús. La religión cristiana será una religión sobre Jesús a
base de reinterpretar su mensaje. Así, la imagen del Jesús humano como
predicador de una religión judía y nacionalista es muy distinta a la que
imagina el cristiano del siglo XX, especialmente en cuanto se refiere que
predicase una salvación universal. Así, por ejemplo, a los griegos no los
quiere recibir y tampoco se desplaza a casa del centurión para no contaminarse,
sino que envía un mensajero. Ello ilustra la distancia que adopta Jesús
respecto de los paganos.
Para acomodarse
totalmente al Jesús histórico hay que hacerse judío (circuncidarse y observar
la Ley).
Del Jesús
histórico se saben bastantes cosas: quiénes eran sus padres, que tenía
hermanos, dónde nació, cómo murió, que tenía discípulos y cuál era su doctrina.
Lejos de ser manso y humilde era un hombre predominantemente duro y enérgico,
con accesos de ira, que estaba rodeado de mujeres.
La religión
cristiana tiene muchos elementos del humanismo universal y le ha aportado a
éste otros tantos.
La familia de
Jesús, desde el punto de vista histórico, era totalmente judía, con un padre y
una madre que tuvieron varios hijos –dato mencionado por todos los Evangelios-,
cuyos nombres son conocidos: Santiago, Simeón, Judas. Es más que probable que
Jesús se llevase bastante mal con su familia por causa de su predicación.
Jesús, por su parte, tampoco querría atarse demasiado a ellos, por
considerarlos un impedimento en su actividad predicadora.
Se cree que
Nazaret es el lugar de nacimiento de Jesús, en base al testimonio (despectivo) de
los contemporáneos de Jesús, más allá de la importancia que esta población
podía tener y hasta qué punto pueda haberse documentado arqueológicamente. José,
de acuerdo con la etimología griega, era algo más que un simple “carpintero”,
sino que sería un profesional cuya competencia se proyectaba en diversas
actividades de tipo manual.
Se ha dicho que
la predicación del mensaje de Jesús, especialmente su imagen del Reino de los
Cielos está predeterminada por su ser de Galilea, en el sentido de que era un
lugar alejado de las discusiones religiosas de carácter meramente técnico, en
favor de un mensaje de tipo esencialista. Así, la imagen del Reino como un
banquete donde hay abundancia de comida está predeterminada por la escasez de
alimentos que había en Galilea. También hay que entender que Jesús debía de
realizar estas predicaciones en este lugar por la tranquilidad que le debía de
dar el hecho de saberse entre los suyos, si bien él era consciente de que éstas
tenían poco efecto, por lo que para tener éxito en esta actividad, tenía que
irse a Jerusalén, centro religioso del judaísmo.
El contacto de
este presunto rabino con mujeres, sólo sería posible considerándolo desde un
punto de vista galileo, de las cuales está rodeado y las cuales le sirven. Se
trata de un trato con las mujeres absolutamente novedoso en lo que se puede
considerar un rabino del siglo I, lo que le confiere un rasgo singularmente
humano. Las elije como mensajeras –desde el punto de vista de los Evangelios-
en el acto de la afirmación ante los discípulos, de la resurrección. Por otro
lado, la tradición cristiana-apócrifa sigue también muy de cerca la imagen de
Jesús rodeado de mujeres. En definitiva, lo que hace de Jesús un rabino
diferente es el hecho de provenir de Galilea.
No se puede
afirmar de manera categórica que Jesús estuviese en Egipto porque las fuentes
que apuntan en tal sentido son dudosas. Los capítulos I y II del Evangelio de
Mateo pueden tener carácter simbólico, y los evangelios apócrifos que hablan de
la estancia de Jesús en esta tierra tampoco pueden considerarse fuentes
fidedignas.
Los Evangelios,
retrospectivamente, adaptan la imagen de Jesús a las previsiones del Antiguo
Testamento, convirtiéndole en descendiente de David de Judá, de lo cual no hay
constancia alguna. No obstante, Flavio Josefo dice que en época de Jesús hubo
más de veinte candidatos a mesías autoconvencidos, cuya descendencia davídica
es imposible, por lo que cabe pensar en una ascendencia de tipo simbólico.
Para poder
comprendera la figura de Jesús, hay que tener en cuenta que él fue un judío muy
religioso y muy implicado en la sociedad de su tiempo, cercano a la secta de
los fariseos, cuyas enseñanzas -según él- había que seguir (no así su ejemplo)
pues no había venido a abrogar la Ley sinó a hacerla cumplir.
Los manuscritos
del Mar Muerto nos ayudan a entender el contexto y el transfondo teológico de
la doctrina y de la vida de Jesús. Así, entendemos las prédicas de Jesús sobre
el valor de la pobreza y la corrupción que entraña la riqueza (sentencia sobre
que es más fácil que un camello pase por el agujero de una aguja que un rico
entre en el Reino de los Cielos), o la inmoralidad que entraña el divorcio,
entre otras enseñanzas sociales.
Las escrituras no
son lo suficientemente objetivas como para que podamos saber en qué grado
Poncio Pilato fue el responsable último de la ejecución de Jesús o, por el
contrario los judíos, por lo cual puede abrirse camino una postura intermedia.
La grandeza de la
Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento radica en
que no siempre
muestra a sus héroes bajo una perspectiva favorable. No parece, incluso, que el
nacionalismo de Jesús pudiese considerarse en su época como algo favorable.
Según el Talmud, carpintero
(y el hijo de carpintero) significa “hombre erudito, inteligente”, que
puede resolver problemas reales, lo que puede añadir confusión al término.
Antonio Vargas-Machuca
La característica
especialmente diferenciadora entre el Antiguo y el Nuevo Testamento es el
reconocimiento de la persona de Jesús como el Cristo, el enviado de Dios, lo
que deviene un salto cualitativo respecto de la Biblia Hebrea o Antiguo
Testamento. No obstante, la Iglesia considera el Nuevo Testamento -a diferencia
de Marción, para quien el Dios del Antiguo Testamento era un dios diferente del
del Nuevo- una continuación del antiguo y de la revelación de Dios a la
humanidad, si bien hay que entender que el Nuevo prima sobre el Antiguo, el
cual ha de leerse desde la la interpretación hermeneútica del primero. No
obstante, desde un punto de vista teológico, el valor de los escritos del
Antiguo Testamento no es el mismo para un judío que para un cristiano.
Si bien el Canon
Neotestamentario no fue una lista exhaustiva y cerrada, en la que figuraban
todos los libros que conocemos ahora desde el primer momento, la inmensa
mayoría de estos sí que está. Y ya a finales del S. IV, se puede afirmar que ya
se da una unanimidad en todas las Iglesias respecto al mismo, quizás con alguna
pequeñas execpción (alguna Carta de Juan, Apocalipsis, Carta a los Hebreos).
Los criterios fueron básicamente el uso litúrgico de esos libros y el
reconocimiento de las Iglesias Locales.
Para estudiar de
manera objetiva los primeros textos cristianos (Nuevo Testamento y Apócrifos)
hay que emplear una metodología muy elaborada y siempre teniendo en cuenta el
entorno judío en el cual Jesús desarrolla su predicación y su vida, en
particular la línea cultural y religiosa del judaísmo galileo.
Cristo predicó un
mensaje basado en el reinado de Dios,
a partir del cual, y a raíz, en parte de sus disputas con los sacerdotes
saduceos del templo y sus enfrentamientos más dialécticos con fariseos -grupo
religioso con el que Jesús de Nazaret tenía una mayor afinidad teológica-,
podemos realizar una primera aproximación a lo que sería la reconstrucción de
unos cuantos rasgos importantes, entre la verosimilitud e incluso, la certeza,
de la figura del Cristo histórico.
La condena de
Jesús es, a los ojos de Pilato, por causas políticas si bien disiente de la
mayoría de los investigadores de que él y sus seguidores fuesen un grupo
armado. No hay que olvidar que el régimen de Judea bajo los procuradores romanos
era una especie de protectorado autónomo que concedía al Sanedrín la mayor
competencia posible no solo en asuntos de tipo religioso sino además en temas
de orden público. En la condena a muerte de Jesús se entremezclan consideraciones
de tipo político, en concreto, el reclamarse Mesías, falso profeta que
subvierte el Templo y cuestiona aparentemente la Torá. De ello resulta que el
mensaje eminentemente religioso de Jesús tiene consecuencias sobre el orden
público, lo que supone que Pilato ratifique la propuesta de pena de muerte
formulada por el Sanedrín. Las malas relaciones de Pilato con el Sanedrín van
tan lejos como le permita el no comprometer su cargo y su persona y sin
perjuicio de que pudiere seguirle la corriente a los judíos si ello le había de
beneficiar.
El reinado de
Dios anunciado por Cristo no tiene porque tener connotaciones necesariamente
políticas (algunas sí), si bien desde un punto de vista histórico. El mensaje
religioso de Jesús tiene un eco en el pueblo, lo que provoca movimientos de
masas. El hecho de que Cristo critique al Templo, al partido de los fariseos en
su interpretación de la Ley y su proximidad con los marginados, además de su
procedencia galilea, todo ello hace que éste sea visto como molesto en el plano
histórico y del gobierno autónomo por el que el Sanedrín había de velar.
El mensaje de
Jesús es para el pueblo de Israel y, además, para todo aquel que crea en él. En
todo caso, el nacionalismo de Cristo no puede en clave moderna en el sentido de
exclusividad o preminencia de una nación por encima de las otras. La curación
de la sirio-feniciae por su gran fe o el comentario que en tal sentido hace
sobre el centurión de Cafarnaum son pistas que nos dejan los Evangelios sobre
el universalismo de Cristo. A partir de estos datos puede reconstruirse el
mensaje de Jesús como la oferta de salvación por parte de Dios, en concreto, el
perdón a los que se conviertan, sin pedir que se levante nadie en armas. La
conversión a Dios supone el hacer la voluntad de Dios en la linea de Juan Bautista,
se dirige principalmente a las clases marginadas y no a la élite sacerdotal y
religiosa. Esto es lo primigenio y básico de Jesús que molesta a saduceos y
fariseos. La crítica al Templo desencadena la persecución en contra suya, que
se materializa en una acusación de heregía. El mensaje religioso tenía una
repercusión, además, de orden público, también de la competencia del Sanedrín,
lo que será aprovechado en el proceso ante los escribas. Ante Pilato, el
problema religioso es planteado como un problema político y de orden público,
lo que determina una responsabilidad por parte de los saduceos.
El estudio de la
figura de Jesús de Nazaret ha de realizarse a través de un estudio histórico,
pero quedarnos únicamente con esto nos depara una visión incompleta del
personaje, que no es una simple figura humana de gran seguimiento. Hay un algo
más que se substancia en el reinado de Dios considerado como oferta de
salvación, no sólo para los pobres y marginados, sino para todo el mundo que quiera
creer, incluso los ricos. La implantación del reinado de Dios se lleva a cabo
en dos etapas: una que es la realización de la voluntad de Dios, dentro de los
parámetros del mundo judío; y una segunda, que tiene como destino final, en el
encuentro final con Dios después de esta vida. A eso los seguidores de Jesús de
Nazaret le dan un tinte distinto, de tal manera que pasa de mero predicador a
devenir el propio objeto de la salvación de Dios.
Si los hermanos
de Jesús, lo son en sentido amplio o estricto, es una cuestión debatible, pero
parece claro que Jesús tuvo que elegir entre la familia o su actividad
predicadora. Se trata de un estilo de vida que se proyecta, posteriormente en
las órdenes religiosas.
En el cartel que
se coloca en la cruz, a Jesús se la llama claramente “Nazareno”. Ello se
referiría más a un lugar de origen que no al hecho de haber hecho un voto
religioso.
Todas las fuentes
sitúan las primeras predicaciones de Jesús en Galilea. Curiosamente, en la
actualidad, un número importante de la población de Galilea es árabe-cristiana,
lo que contrasta con una más reducida presencia en Jerusalén, aunque dos de los
barrios antiguos de esta ciudad sean cristianos.
La predicación de
Jesús sobre la superación de la Torá y del Templo había de predicarse
necesariamente en Jerusalén, porque era el centro religioso del cristianismo.
Pablo de Tarso no
se inventa la Resurrección, ya que en su Primera Carta a los Corintios, afirma
que se trata de un testimonio que él recibió de otros. La doctrina de la
resurrección es aceptada por una parte del judaísmo y tiene reflejo en
determinados libros apócrifos del Antiguo Testamento, en los cuales deviene
culminación del reino de Dios. No obstante, la Iglesia hubiera podido existir
sin San Pablo, si bien sería diferente a la que hoy conocemos. De hecho el
actual canon y la doctrina de la Iglesia recogen diversas sensibilidades no
estrictamente paulinas, como sucede en el Evangelio de San Mateo.
El valor
histórico de los Evangelios ha de examinarse, en cada caso, por la
historiografía moderna en tanto en cuanto que se trata de obras de difusión
religiosa, y no textos estrictamente históricos.
Fernando Sánchez Dragó
No puede saberse
si Jesús era de origen aristocrático o plebeyo. Sí que hay una transformación
en su vida que opera a través de una iniciación. Puede aceptarse la existencia
de una imagen del Cristo para ricos y otro para pobres que se plasma en la
adoración de los Magos (San Mateo) y de los pastores (Lucas), pero hay que
considerar que, al lado de un Jesús teológico hay un Jesús social de los pobres
y de los marginados, lo que confiere una imagen más ecuménica del mismo.
La Iglesia ha
aceptado aportaciones de los Evangelios Apócrifos, por lo que llama la atención
que no aceptase estos textos.
Los Evangelios
Canónicos no son, en absoluto, homogéneos, especialmente el de Juan, de claras
influencias gnósticas. Por otra parte, la cercanía de los Canónicos a la figura
de Jesús es también relativa, ya que son bastante posteriores a su muerte,
además de haber padecido diversas interpolaciones y manipulaciones, entre otras
circunstancias.
Nadie ha
demostrado que Jesús fuese un estricto nacionalista ni que su mensaje se
dirigiese estrictamente a los judíos.
Con los datos en
la mano difícilmente puede afirmarse que el Jesús propuesto por Díez Alegría
sea el Jesús histórico, pero sí el que nos interesa, hasta el punto de que
defenestrar a Cristo del centro del cristianismo por considerarlo un
nacionalista que actuaba en clave meramente judía equivale a poner a Pablo en
el centro de la nueva religión en perjuicio y detrimento de aquél, siendo la
imagen cristiana de Jesús y los planteamientos ecuménicos lo que le ha hecho relevante
para la historia.
No hay que
identificar al Jesús humano exclusivamente con el Jesús histórico. No sólo hay
un solo Cristo sino incluso varios “Jesuses” históricos, incluso un Jesús
precristiano grabado en el subconsciente humano (Jung). Si el mensaje de Jesús
deviene finalmente ecuménico no es únicamente por la reformulación que le da
Pablo de Tarso sino por algo más profundo, por los valores universales que
contiene y la influencia que tienen en la conciencia humana. Los Evangelios
Canónicos rebelan un Jesús histórico mínimo, sobre el cual y por causa de otros
factores (leyendas, concepciones) se superpone otro Jesús igualmente, con
identidad histórica. Lo que mueve la historia es la revelación y no el dato histórico.
El dogma de la
Trinidad es una interpolación procedente de las religiones orientales, en
concreto, el Indostán.
Jesús,
probablemente, nació en Nazaret, si bien hay historiadores que consideran que
no era más que una pequeña aldea. Se trata de una cuestión importante porque
puede poner en duda los datos históricos.
Considera el
viaje de Jesús a la India a título de mera hipótesis, en su momento formulada
por otros autores. Se trataría de apariciones que tendrían lugar tanto antes
como después de su resurrección. Otras hipótesis son que Jesús no fue
crucificado o que tras su crucifixión, fue rescatado de la cruz, lo que
excluiría la ulterior resurrección. En cualquier caso, cabe preguntarse por qué
para los cristianos el hecho de la resurrección es tan determinante, tratándose
de algo existente en otras creencias paganas.
Cabe preguntarse
si Jesús de Nazaret fundó o pretendió alguna vez fundar una iglesia.
El Cristianismo
incorpora una gran carga de tradición. Cabe reivindicar el Jesús histórico a
fin de depurar la imagen “Constantiniana” que adquirió esta figura en provecho
de interpretaciones interesadas.
Un cristianismo
interesante es el que nos acerca al Jesús real resucitado, máxima
representación de Dios, más allá de toda coordenada en la que pretendamos
actuar y tratando de tener una máxima fidelidad a Jesús en nuestras acciones.
El Reino de Dios que predica Jesús es justicia hecha a los pobres, fraternidad,
acogimiento a los marginados, lo que supone algo tremendamente revolucionario y
que motiva en última instancia su ejecución, con independencia que esta se
debiese principalmente a Pilato y los romanos, a los judíos o a una conjunción
de fuerzas.
La fidelidad al
Jesús histórico ha de hacerse con un sentido de la historicidad de Jesús más
allá de un seguimiento literal.
A pesar de lo que
dice San Pablo, la figura y la doctrina de Jesucristo tienen valor propio con
independencia del fenómeno de la Resurrección. En cualquier caso, Pedro, las
mujeres y otros creen en la Resurrección como una experiencia profundísima
dentro de la categoría de lo que se considera como apariciones.
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