Apuntes del debate:
El Código da Vinci
es una novela de intriga que ha causado gran daño al conocimiento humano.
La figura de pelo largo de la Última Cena de Leonardo da Vinci no es una mujer y el cuadro en sí
mismo responde a convenciones artísticas del momento. En la época de Jesús de
Nazaret no cabría concebir que una mujer participase en una cena masculina.
Los documentos, algunos anteriores a la existencia del
propio Jesús de Nazaret, del Mar Muerto se refieren fundamentalmente a las
experiencias literarias del grupo aislado de los esenios, que se atribuyen a un
tal Maestro de justicia. Más allá de
puntuales coincidencias doctrinales, es desapropiado establecer una
identificación entre la doctrina de Jesús de Nazaret y los escritos del Mar
Muerto.
Hay una escisión grande entre los dogmas del judaísmo ortodoxo
de la época y los de la comunidad esenia, más allá de determinadas
identificaciones entre ésta y las autoridades del templo de Jerusalén. Ejes
fundamentales de los esenios eran la vida comunitaria y la pureza ritual.
También eran un foco de oposición a la colonización cultural helenística que
realizaban las autoridades romanas, por considerarla contraria a sus
principios. La secta de Qumran nos da información de cómo se respetaban las fuentes
hebreas, especialmente por lo que se refiere a los escritos del profeta Isaías
y la actitud sufriente del Mesías.
En las conspiraciones bíblicas se conoce el principio y el
fin de cada actuación sin que quepa lugar a ulteriores especulaciones, a
diferencia de lo que ocurre en la novela de Dan Brown, en la que, más allá de
falta de base histórica y documental, nunca se llega a saber totalmente la
verdad, pese a que se afirman hechos ficticios como irrefutables. No se trata
de un fenómeno nuevo, así como antecedente podemos encontrar los Protocolos de los sabios de Sión.
Es necesario interpretar la Biblia en el contexto histórico,
geográfico y cultural del tiempo y el lugar en que se escribió. Lo referido en
los textos neotestamentarios es creíble porque la exégesis paulina permite posterior
contraste con las profecías bíblicas y la ley de Moisés. Cualquier especulación
en este sentido entrañaría la ulterior falta de credibilidad en la comunidad
judía. La composición de los Evangelios se desarrolla a partir del año 60 hasta
el final del primer siglo.
En los Evangelios
Jesús es hombre y mesías. Supone que Dios se coloca en una dimensión plenamente
humana. Por ello sus actuaciones tienen contenido humano para que sean comprensibles
a los seres humanos.
En el Concilio de
Nicea en ningún caso se crea el cristianismo, fenómeno preexistente al
mismo, y se defiende una idea también prexistente en torno a la divinidad de
Jesús de Nazaret.
En diversos pasajes del Nuevo Testamento se afirma la
divinidad de Jesús de Nazaret: Juan 20, 28; Romanos 9,5 y Tito 2, 13. Tampoco
cabe dudar de la historicidad del personaje a tenor de las fuentes históricas y
de la influencia de su figura y doctrina a lo largo de la historia.
El código da Vinci
no responde ni a las fuentes bíblicas ni mucho menos a las históricas. No
obstante es una obra que ha causado una gran curiosidad en el público y,
paradójicamente, la polémica que ha generado ha permitido exponer la verdad
histórica en contraste con la fantasía literaria.
El código da Vinci
constituye un exponente del género thriller
de sotana, de corte conspirativo en la que un personaje relacionado con el
clero ejerce de malvado cinematográfico.
El Opus Dei es un
instituto seglar y no existen monjes del Opus
Dei.
De acuerdo con el canon pictórico como el canon cristiano,
el personaje de pelo largo de la Última
Cena de Leonardo da Vinci es, sin duda, el Discípulo amado, San Juan Evangelista, a quien se representa como
un chico joven de rasgos poco formados.
El Código da Vinci
es un producto de mercadotécnica. En las fuentes antiguas, incluso en las
bíblicas, abundan las conspiraciones. El tema de la conspiración es de gran
atractivo literario porque contrasta notablemente con la monotonía de la vida
de los lectores y una posible explicación a los contratiempos de la existencia
individual de las personas. En este sentido, la visión negativo-conspiranoica
que la literatura del siglo XX atribuía a los jesuitas (Alexandre Dumas), se
traslada al Opus Dei. La conspiración
es un ingrediente literario que produce buenos rendimientos económicos.
En la dinámica del fenómeno de la conspiración, lo que
garantiza el éxito literario y social de la misma es el grado de irrealidad de
la misma, como demuestran los Protocolos
de los sabios de Sión.
En ningún caso cabe sostener que el emperador Constantino
sea el inventor del cristianismo en el siglo IV.
El código da Vinci
es un producto de nuestra época en la que se ofrece una religión simplificada y
a la carta.
Un antecedente significativo del género thriller de sotana es El Rojo
y el Negro de Stendahl, si bien El
Código da Vinci no resiste comparación literaria alguna con aquella.
Algunas inexactitudes del Código da Vinci son hilarantes, como el deleite de los sevillanos
por el zumo de arándanos o el control que ejerce la Guardia Civil sobre los
prostíbulos de Sevilla.
La composición en grupos de tres de la Última Cena de Leonardo da Vinci reproduce indubidativamente el
momento en que Pedro pide al Discípulo amado que pregunte a Jesús quién es el
apóstol que se dispone a traicionarle.
La abundancia de manuscritos antiguos del Nuevo Testamento contrasta con la
escasez profundo de material de los grandes escritores clásicos.
Por parte de los discípulos de Jesús hubo un gran empeño en
referir sus experiencias al respecto con el mayor grado de veracidad, dada la
gran trascendencia que atribuían a los escritos que realizaban.
La doctrina y la práctica cristiana dieron estabilidad a la
sociedad de la época.
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