Gabriel Andrade conversa con Antonio Piñero sobre Arrio y el Concilio de Nicea (325), entre otros.
Apuntes sobre la entrevista.
Según el Dr. Antonio Piñero, cabe desmentir ciertos mitos extendidos como que las actas de este concilio desaparecienron, cuando en realidad no se redactó documento alguno excepto una declaración final que es el Credo de Nicea; o que allí se estableció el canon neotestamentario (Voltaire). El objeto del Concilio de Nicea fue establecer la naturaleza de Cristo. Así, los Arrianos sostenían que Jesús era hijo de Dios, pero en ningún caso el propio Dios. Era hijo de Dios, en un momento dado, divinizado por el padre, por lo que incluso, en un momento intelectual antes de los siglos, no habría existido. Ello afecta notablemente a la comprensión de Jesús y su percepción y posibilidad de ser imitado por los seres humanos.
Esta disputa tiene su origen en las distintas imágenes que proyectan los escritos neotestamentarios. El concilio fue convocado por el emperador Constantino en 325 con la finalidad de unificar criterios entre los cristianos a fin de dar estabilidad al imperio romano.
Las doctrinas de Arrio fueron confrontadas por el patriarca de Alejandría Alejandro y su discípulo Atanasio, Se llega al concilio porque la Iglesia, como rama que era del judaismo, parte de una confusión mental grande y es que nunca jamás en el judaismo ni el judeocristianismo, ni los primeros cristianos, se habían planteado que Jesús, al mismo tiempo que ser humano, pudiera ser un ser divino. Las soluciones a tal cuestión son difusas, considerando que Dios no es un ente monolítico sino que se manifiesta a través de su palabra y también del Mesías. Así, mientras que los judíos consideran a Dios como un ente fijo y apartado, los cristianos (tanto judeocristianos como paulinos como arrianos) consideran que en su actuación se prolonga hasta el punto de asumir naturaleza humana.
En este proceso, Orígenes de Alejandría (124-253) juega un papel importante por la influencia ejercida sobre Arrio (250/256-336). En palabras de Roger Haight (1936), Dios Padre es transcendente e incognoscible e incomprensible, mientras que el Hijo puede ser conocido, intermediando sus cualidades un conocimiento de las propiedades del Padre por los seres humanos. Arrio aplicó la doctrina de Orígenes en el sentido de que Dios es absolutamente trascendente, de lo que se deriva que no admite otra entidad alguna igual a sí mismo. Por esta razón, no puede aceptarse que el Hijo y el Espíritu sean de la misma naturaleza que el padre. La imposibilidad de explicar y comprender tales argumentos con categorías filosóficas determinó que la Trinidad fuese considerada un misterio, lo que deviene a su vez, un verdadero dogma.
En el Concilio de Nicea triunfó la postura de los católicos ortodoxos en el sentido que el Hijo no tiene principio alguno, no fue creado por el padre, sino engendrado (según Plotino algo más sublime que lo simplemente creado -categoría en principio reservada para los seres humanos, lo que es equívoco, y propio de los seres divinos, mientras que los seres meramente humanos son capaces de generar criaturas, seres meramente humanas-); en todo caso, al igual que el Padre, prexistente y eterno, de la misma naturaleza o esencia que Este; y que la naturaleza del Hijo es absolutamente divina. Según la Iglesia, tales conclusiones habrían sido inspiradas por el Espíritu Santo (Así, desde Pentecostés).
En cualquier caso, en el siglo IV la consideración de Jesús como Dios estaba ampliamente extendida y en general, era indiscutible. Cabe decir que se trata de consideraciones fílosóficas típicas de los siglos III y IV. Para los creyentes, únicamente cabe creer tales dogmas, habiendo de renunciar a su comprensión.
Por su parte, el modalismo es una doctrina que puede aplicarse a la elaboración de estas doctrinas otorgándoles una mayor posibilidad de ofrecer una categoría más racional que fue, sin embargo rechazada y condenada por la Iglesia. Estas posturas, en principio tan ininteligibles, encontraron sin embargo, un gran apoyo (únicamente Arrio, Eusebio de Cesárea y quizás, de Eusebio de Nicodemia se opusieron), sin que se sepa exactamente la razón de la misma. Quizás pudiera haber habido cierta presión política por parte del emperador en aras de una mayor unidad política entre oriente y occidente. Se trata de una conjetura que tiene, sin embargo, relevancia histórica.
De todas formas, los sucesores Constantino fueron arrianos y el Concilio de Nicea no fue el punto final de esta disputa, habiendo de ser la doctrina trinitaria aclarada y reforzada en el Concilio de Calcedonia (451).
Otras aportaciones del Profesor Antonio Piñero sobre el Concilio de Nicea:
El canon del Nuevo Testamento no se estableció en Nicea (2014)
La corrupción temprana del cristianismo (2014)
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